jueves, 25 de octubre de 2007

La Llegada

Aterriza el enorme avión, en el aeropuerto sólo hay otro avión, un bimotor de hélice parecido al de la película Casablanca pero en viejo.

Llegamos de noche, una sola cinta de equipajes, el caos organizado, la mayoría de la gente sonriente. Cogemos nuestro equipaje y lo llevamos a un escáner de los que analizan el contenido, pero a la llegada. Nos comprueban todos los números del equipaje antes de dejarnos salir del aeropuerto. Se respira pobreza, aparte del sofocante calor, desde el primer momento.
Curiosamente, y en contraste a lo que ocurre en muchos lugares del llamado tercer mundo, sólo se nos acerca un tullido con bastón que se mantiene a una distancia prudencial.
Me dan un cierto reparo, los millones de mosquitos que sobrevuelan alrededor de cada uno de los puntos de luz.

En la calle se ven un montón de gente muy joven, pocos mayores, la esperanza de vida media es de 45 años.
Habíamos consultado en Internet las temperaturas que nos esperaban y compruebamos con alivio que nuestros coches disponen de aire acondicionado.




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