jueves, 25 de octubre de 2007

Día 2: ¡¡Fiestas!!


Cuantísima gente hemos visto y saludado, estamos agotados.

Hemos visitado el área de actuación de España en Mali, está bastante alejada de los núcleos urbanos y se llega por pistas, más bien senderos, que hace no muchos días, en la época de lluvias, debían estar intransitables para todo tipo de vehículos.

Conocimos a nuestra ahijada y a su familia. Aunque se mostraba razonablemente tímida, nos pareció despierta y muy guapa. La reconocí enseguida, pues iba vestida con la misma ropa que en la foto que nos habían enviado junto a una carta. Estábamos las dos nerviosas, mi primera reacción fue darle un beso y un abrazo, aunque rápidamente me corté, pues recordé que nos habían recomendado mantener el mínimo contacto físico posible, puesto que en su cultura no están acostumbrados a los besos y a los abrazos.




Entregando un regalo a la niña que apadrino




Adiaratou, la niña que apadrino con su hermana.



Después de haber visto, en el viaje hasta allí, a los niños de cuatro años cuidando de los rebaños de cabras, me parecía un poco ridículo llegar con mis regalos europeos, pero la verdad es que los recibieron con asombro y creo que con ilusión. Yo sabía, puesto que me lo había contado por carta, que su juego preferido eran las cocinitas, lo que es prácticamente universal.



Aprendimos también las interminables normas de protocolo, los saludos con ambas manos, las presentaciones… a los padres de la niña, a los hermanos, a los abuelos, a los primos, al superprefecto (representante del gobierno en la región), al alcalde del municipio, al jefe de la aldea… nos fueron detallando los nombres y los cargos de cada uno, después presentándonos a cada uno de nosotros y explicando nuestra presencia allí… y así en cada una de las visitas que fueron cuatro.



Tras cada una de las visitas recibíamos presentes, que no podíamos bajo ningún concepto rechazar pues sería considerado como una ofensa y que consistían en agua al llegar, había que hacer el gesto de probarla, comida tras la visita, debíamos probarla, por supuesto con las manos. También había regalos propiamente dichos, casi siempre gallinas o cabras, pero también una caja de refrescos de naranja. Todos ellos pasaban de mano en mano, primero de los lugareños a las autoridades y después de éstas a nosotros.







Con el Jefe de los Cazadores




El primer recibimiento, el mejor; hacía menos calor por ser por la mañana. Nos sorprendió ver tantísima gente, todos vestidos con sus mejores galas; primero los cazadores disparaban sus escopetas anunciando nuestra llegada, tras ellos las mujeres bailaban sus danzas tradicionales, los músicos tocaban sus primitivos xilófonos hechos de maderas resonando sobre calabazas de distintos tamaños y una gran muchedumbre alineada que dejaba un amplio pasillo por donde desfilamos saludando.







Tocando el Xilófono con uno de los músicos



Caminando entre niños.

Los niños nos miraban con verdadera sorpresa, pues muchos no habían visto blancos en su vida y nos miraban con cierto recelo, aunque la mayoría sonreía y expresaba alegría, al fin y al cabo éramos como el Míster Marshall de la película y no habíamos pasado de largo sino que nos habíamos detenido a compartir nuestro tiempo con ellos.

Al final nos sentamos bajo un chamizo, conectaron unos rudimentarios altavoces y empezaron las presentaciones y discursos con sus traducciones respectivas, pues allí casi nadie sabía francés. En Mali se hablan 26 lenguas distintas ininteligibles entre sí. En España todavía no llegamos a tanto. Visitamos las escuelas, a estrenar, construidas con el dinero de nuestros padrinos españoles y nos parecieron muy bien construidas y dotadas para las posibilidades que allí se barajan. Uno de los empeños tanto del gobierno como de las ONG’s es conseguir que los padres registren los nacimientos de sus hijos, indispensable para poder asistir a la escuela, aunque muchos padres prefieren que los niños se queden en casa ayudando con las tareas de la casa y del campo.





Interior de una de las escuelas recién inauguradas por World Vision España



Tras otro complicado trayecto en el todoterreno, llegamos al lugar de nuestra segunda visita. El ambiente era diferente, sospechamos que algunos habían tomado alguna cerveza de sorgo o mijo de más. El pasillo humano era más estrecho, lo que los cultivos permitían y el calor y la humedad era mayor. Los bailes ya no fueron tradicionales sino una especie de break dance sobre el polvo del suelo. Por lo demás la secuencia parecida con más escuelas.

Extraños danzantes


De allí nos trasladamos a otro poblado, a éste World Vision España le había construido un pozo. Es curioso observar cómo se aprovecha cada gota utilizando distintos espacios, de manera que lo que se derrama en uno la aprovecha otro. Consumo humano, animales o lavado de ropa.



Inaugurando un pozo financiado por World Vision España

Vimos en una de las aldeas de paso algunos cerdos, aunque la mayoría es musulmana no radical y no comen cerdo, en muchos poblados conviven con animistas (creencia primitiva), cristianos y no creyentes que sí lo hacen.



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